viernes, marzo 31, 2006

Cada uno tiene lo que se merece

¿Es eso cierto? yo al menos, espero y lucho porque así sea. Así pensaban judíos, protestantes y liberales (que fueron los que principalmente fundaron EEUU y así les ha ido) y es, sin duda, uno de los puntos de partida de la ideología liberal.
Por contra, en España y en casi el resto del mundo no anglosajón ni perteneciente a estos últimos grupos anteriormente mencionados ven las cosas de distinta manera. Se observa muy bien en el carácter de sus gentes. Como ejemplo, para que se me entienda, y a riesgo de parecer burdo, pondré como ejemplo a Santi Clima del programa Buenafuente. Para quien no lo sepa éste es una especie de actor fracasado al que nada le sale bien, entonces Buenafuente amenaza con despedirlo y la gente abuchea a Buenafuente y anima a Santi Clima (aunque todo sea una parodia, nos da una idea de la actitud de las personas). Un liberal, un protestante o un hebreo aplaudirían sin embargo a Buenafuente. Les parece que hacer lo contrario es llevarle la contraria a la misma ley de la naturaleza, que gane el mejor. Mientras que unos animan y siguen confiando en el fracasado, otros lo hacen por el que toma la decisión más acertada, sin mirar al corazón sino puramente a la razón.
Esta es una de las claves, pienso yo, del éxito de estos pueblos. Su absoluta racionalidad. En la manera de que si quieren ayudar a alguien lo hagan por voluntad propia y no se amparen en el Estado que supone implicar también a los demás. Aquí es justo al contrario, los defensores del Estado de Bienestar dicen que así ayudan a los demás y que por eso dan impuestos con gusto. Sin embargo, si se le quitasen los impuestos y esa misma cuantía se destinase a pagarle la carrera a su vecino (como muchas veces pasa) pondría el grito en el cielo. Dicen que hay que ayudar, que ser solidarios, pero siempre implicando a los demás, especialmente a los ricos, porque si no el sistema sería "insostenible". No le dejan a uno la posibilidad de elegir, hay que ser solidario porque sí, porque todos lo son y no porque a mi me de la gana de serlo.
En fin, en este mundo de incoherencias entra por supuesto la crítica a la televisión y a la clase política, que, en el fondo, tienen la culpa una vez más la actitud de los pueblos. Muchas veces oímos quejarnos de la porquería de televisión que hay, pero esta "porquería" no está hay sino porque nosotros mismos la vemos. Las televisiones (en su mayoría) dependen de la publicidad, difícilmente un programa se mantednría en parrilla si nadie lo viese; por tanto, sería facilísimo acabar con el Tomate, Gran Hermano, etc. Si la gente lo ve que luego no se queje.
Con los políticos pasa tres cuartos de lo mismo. Cada sociedad tiene la clase política que se merece. Rajamos cada dos por tres de los políticos pero es lo único que hacemos. No nos interesa la política, estamos hastiados, yo de política no entiendo, no me interesa, etc. Si nos organizáramos y les exigiesemos con seriedad las cosas iban a cambiar mucho. En definitiva, nos quejamos pero de vicio, en realidad no esperamos que las cosas vayan a cambiar. Esa es exactamente la actitud que explica por que hay países más ricos y evolucionados que otros y por que estos fundadores de los EEUU llevan, en definitiva, razón: que cada uno (extensible a cada pueblo) tiene lo que se merece.

miércoles, marzo 29, 2006

El marzo francés o la inmadurez de los pueblos.

De un tiempo a esta parte estamos viendo diariamente una situación de violencia creciente en Francia, lo que se ha llegado a denominar el "marzo francés". Es curioso, pero parece que la historia vuelva a repetirse.
La juventud estudiantil, vuelve a revelarse y a exigir "sus derechos". ¿Sus derechos? ¿en base a qué? Ellos piden que se derogue un contrato de trabajo basura y luchan por mantener sus privilegios. Justo por eliminar la palabra "privilegio" se armó la que se armó allí mismo un 14 de Julio, ¿No quedamos en que los privilegios ya quedaron abolidos en 1789? ¿que hacen entonces? ¿porqué rompen escaparates? ¿que culpa tienen de todo esto los comerciantes?
Ahora son ellos los privilegiados, y por supuesto piensan seguir quemando todos los coches posibles para mantenerlos. No se dan cuenta que los que de verdad tendrían que estar desafiando al estado son las personas que pidan libertad de contratación. Nadie debe permitir que se metan en los negocios que yo tenga con un señor o señora de mutuo acuerdo. ¿Quién es el Estado para decirme a mí cuánto o como debo pagar a alguien que trabaja para mí? eso será cosa mía y de mi empleado. Es como si el Estado me obligase a no usar mi coche los primeros jueves de cada mes, igual de absurdo; nadie tiene derecho a decidir sobre l oque es mío, salvo que lo haga con un contrato y de mutuo acuerdo. Para eso si debería estar justificado un desafío al Estado. Pero nadie lo hace, nos hemos apoltronado en la comodidad, preferimos tranquilidad a autosuficiencia, conformidad frente a libertad. Son los priviliegiados los que salen a las calles, y se creen unos explotados; quizás es que no se acuerdan de cuando sus padres o sus abuelos buscaron trabajo, que lo tuvieron mucho peor; ellos ya lo quieren todo hechito.
Para colmo de males, está que no se dan cuenta de que si no se flexibiliza el mercado laboral debido a la fuerte competencia exterior pronto no quedará nadie en Francia con trabajo, es o eso, o nada. Una de las causas del malestar y la decadencia de la sociedad francesa en estos últimos años es precisamente que nadie tiene trabajo. Y eso no se soluciona intentando derogar esa reforma laboral, sino todo lo contrario. Villepin lo sabe y hace lo posible para remediarlo, pero con gente que no ve más allá de sus narices poco se puede hacer. Y les llaman héroes.